jueves, 29 de abril de 2010

Póstuma.


"Requiem aeternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis; in memoria aeterna erit iustus: ab auditione mala non timebit."


El descanso le llega a las almas cuando es justo, y necesario. Un espíritu fuerte y valiente como el de mi abuelita, se van despacio, porque no hay otro modo de mermar una energía tan grande y tan poderosa. Padeció 6 meses, perdió su vista, su fuerza, su andar, su voz... Y sin embargo, nunca dejó caer su ánimo, ni la inexplicable naturaleza del poder que emanaba de su interior.

Eustolia Gonzalez Silva, el nombre de esa mujer en mi familia es un nombre de poder. La autoridad, la energía, la fé son sinónimos de ese nombre. Desde su infancia, se dedicó a luchar para valerse por ella misma. Cuando perdió la vista, me sentaba con ella, la hacía platicar mientras acariciaba su mano. Contaba su vida, desde chica por ayudar a su madre, empezó a trabajar; en realidad, no tenía ninguna necesidad, porque por la familia de su tía, fue una niña mimada, pero el espíritu noble y el corazón humilde de esa mujer la hizo buscar trabajo para no sentirse inútil. Creció, y conoció a un músico del pueblo, mi abuelo. A pesar de tener un carácter totalmente opuesto, se enamoraron y decidieron vivir juntos, y después casarse. Trabajaron los dos, mi abuelito en el campo y en la música, mi abuelita limpiando y lavando ajeno. Empezaron a llegar los primeros hijos, María de los Ángeles y María Auxilio, mis tías mayores. Mi abuelito decidió ir a probar suerte a Estados Unidos, y entonces Eustolita puso una tienda. Regresó Narciso, y entonces viajaron a la Ciudad de México, a establecerse trabajando como conserjes en escuelas. VIvieron en todos lados, Norte, Poniente, Sur, y al final llegaron a comprar casa propia en el Oriente. Para entonces, en casa vivían todos mis tíos, Narciso, José, Eustolia, Adolfo, Silvia, Leticia, Martha (mi madre, feliz cumpleaños, sacrosanta) y Alberto. Ocho hijos, mas  dos padres. Luego, empezaron a partir los niños, ya convertidos en adultos, casándose y empezando a tener hijos propios. Entonces, cambiaron de casa de nuevo, cerca del CCH Oriente. Ahí pasó alrededor de 20 años más. Me vio crecer a mí, y a dos de mis primas, Minerva y Gabriela.

¿Yo? Creo que para ella fui bendito. El único hijo de su hija más chica, el último bebé de esa generación. crecí bajo su supervisión, muchas cosas que soy ahora, son gracias a los cuidados de mi viejita. Pasaron los años, algunos cambios de casa, la edad y eso. Volvimos cuando enfermó y perdió la vista. Vivimos su agonía, su sufrimiento. El dolor de ver a un robusto, enorme e invencible roble caer es lo peor que pueda imaginarse. 

El día que murió... Viernes Santo, 2 de Abril, como (supuestamente) el Mesías que profesa el Nuevo Testamento, y como Karol Wojtyla (Papa Juan Pablo II). No pudo haber día con más significado para ella, dada su enorme fé. Desperté con la terrible noticia, me levanté y me quedé con el otrora contenedor del espíritu indomable de mi abuela. Me quedé con sus restos hasta que llegaron los servicios funerarios. Y entonces, tomé el control de las cosas. Ordenando la casa, moviendo a la gente presente para tener todo preparado, manteniendo el orden. Al ir llegando el resto de la famiia, tomé también el trabajo doloroso de contener su llanto, de ser el hombro en el que se apoyaran, de recibir sus lágrimas y su tristeza. Tías, primas, primos, tíos, amigas, sobrinos y sobrinas... Mi propia madre... Todos estábamos destrozados, pero me importaba más consolar al resto. Porque mi abuelita hubiera hecho eso, siempre lo hizo. Vio morir a dos de sus hijos y a su esposo, y sin embargo, en cada funeral fue el pilar que sostuvo la casa para que no cayera. No podía dejar caer, entonces, a toda la gente que ella no quiso ver sufrir, a la que protegió, a la que le daba sus bendiciones y dedicaba sus oraciones. Espero haberla hecho sentir orgullosa, y haber podido ayudar a que se fuera en paz al saber que alguien intentó amortiguar el dolor y dar fuerza a los demás. Hasta hoy, ha sido el trabajo más doloroso y cansado que me he impuesto. Dicen algunas personas que yo soy fuerte, pero al final sucumbí al dolor, y lloré. Lloré por horas, sacando el dolor que pude quitarle a otras personas. Espero eso te de una magnitud, estimado lector, de lo que fue la fuerza de esa mujer, que aún consolando a su prole y sufriendo su propio duelo, nunca derramó una lágrima. 

En resumen, una gran vida fue, y una muerte justa tuvo. Orgulloso estoy de ser su sangre, espero que ella lo esté. Y espero haber heredado y aprendido algo de su fortaleza espiritual.


Descanse en paz.

martes, 27 de abril de 2010

...

Well... ¿Por dónde empiezo?

Dejé de escribir más o menos desde Agosto de 2009, estuve trabajando. Dejé mi trabajo 7 meses después, en Febrero. Ha pasado Marzo, casi termina Abril y apenas pude reorganizar mente, cuerpo y emociones. ¿Por dónde empiezo a escribir todo lo que es digno de contarse de esos meses? ¿El dolor va primero? ¿O acaso los ratos felices? ¿Les digo los fracasos, las caídas, el dolor, el sufrimiento, la soledad; o relato la aventura, la alegría, las risas, los buenos momentos? ¿Pongo cronología, doy importancia o escribo conforme vaya recordando? 

No lo sé, en verdad que no. Sólo se una cosa: Escribiré. Sobre las ganancias, las pérdidas y demás cosas que me han pasado en casi 9 meses.